Es extraño sentir como se erizan mis astillas con tan solo verla llegar. Como mi cuerpo de la más robusta madera parece ablandarse y se aflojan mis tornillos ante el repiqueteo de mi cuerpo al temblar nervioso. Llevo años aquí y nunca me había pasado nada igual.
Cada mañana espero verla cruzar la puerta y la espera se hace eterna. La gusta hacerse desear, la gusta llegar pronto, llegar tarde, ser imprevisible. En el fondo creo que sabe que deseo verla y por ello las gusta hacerse de rogar. La verdad, a mi también me gusta que sea libre, que actúe a su voluntad y no se rija por unos horarios. Que aparezca o no, que no se sepa si aparecerá,... En el fondo es su forma de ser y me gusta cómo es.
Me gusta ver como resbalan por su cuerpo las gotas de lluvia en los días grises, como se apoya en mi sin decir nada, su colorida vestimenta, como se coloca sus gomitas,... Su saber estar, su formalidad sin perder ni un ápice de su alegría y su viveza,... Sin duda vi muchas así pero ninguna como ella.
Y me duele no poder hablarle y saludarle, decirle que se ve tan bella, tan hermosa. No poder dibujar en mi piel un corazón como hacen los “humanos” que incluso lo tallan con su inicial. Que nunca sepa lo que siento y lo que hay tras la fría madera, un corazón que pese a ser de madera, pese a estar carcomido, despertó por ella. Ni siquiera Silvia puede ser mi confidente pues no tengo manera de hacerla saber quién es ella ni lo que siento para que actuara de celestina ante mi imposibilidad de hacer más para que se fije en mi. Pero no perderé la esperanza de que un día podamos estar juntos sin separarnos más.
Resultó ser un día especial, no un lunes cualquiera si no el lunes de regreso a las clases. Pero además era su aniversario, el cumpleaños de Silvia. La verdad no sé porque los “humanos” hacen del paso del tiempo una fiesta si luego siempre andan a vueltas con lo que llaman "edad".
En mi familia no sabemos lo que es la edad, simplemente unos están en mayor grado de desarrollo que otros algo que denotan los nudos de su tronco. Pero con las evoluciones de hoy en día no hay nada que no pueda trasformar un buen barniz o una capa de pintura aparentando muchas veces algo diferente a lo que en verdad vivimos. Tan solo aquellos cuyas raíces aun se mantienen en la naturaleza siguen creciendo como antaño, pero cada vez son menos, cada vez somos más cosmopolitas.
Pero los “humanos” hablan mucho de la edad. La usan como distintivo entre unos y otros, como rango de sabiduría, como muestra de experiencia,..., sin embargo siempre se están quitando edad no hay quien entienda nada. Como la tradición de tirar de las orejas a aquellos que cumplen años, ¿será que a mayores orejas más sabiduría podrán escuchar y por tanto más sabios hacerse?. La verdad es que no lo sé.
Sin embargo, hoy la volví a ver, hoy volvió a estar conmigo. Fuera su cumpleaños o no sigue siendo la Silvia de siempre, no ha cambiado. Ni siquiera con eso que dicen que ahora tiene dos patitos pues no los trae a clase. Lo que más siento fue no poder felicitarla, darla dos besos, tirarle de las orejas,... Pese a todo hay cosas que con el paso del tiempo no cambiarán, yo seguiré siendo una mesa y ella Silvia, cada uno en su mundo y en nada desaparecerá del mío.
Y se va terminando el periodo de exámenes, pronto volverán las clases y volveré a verla. Porque sí, puede tatuarme la piel, puede golpearme soltando la rabia que algún profesor le haga tener, puede que tenga que aguantar sus apuntes y demás papeles,... pero se echa de menos todo eso. Parece una tontería y cualquiera diría “¿por qué te preocupas por ella? Hay miles como ella y ni siquiera te presta atención”. Cuando eres una mesa aprendes a apreciar las pequeñas cosas que te brinda la vida.
Aun recuerdo la última vez que pude ver la luna brillar junto a las estrellas la noche en que me cargaron en el camión antes de que me trajeran aquí. Ahora vivo clavada al suelo, hace años que no veo la luna ni las estrellas pues desde mi lugar no alcanzo a avistarlas. Y sé que no habrán cambiado, que seguirán siendo como eran pero se añora disfrutar de ellas.
O cuando de muy joven, cuando aun no había crecido y mi cuerpo no se había formado en la mesa que hoy soy, disfrutaba bajo la lluvia y la verde hierba. Algo que hoy no puedo hacer, unas gotas de lluvia que ya no alcanzan mi cuerpo y una hierba que apenas puedo llegar a saborear cuando el rocío de la noche en verano embriaga el ambiente. Pequeñas cosas que, a la larga, se echan de menos.
Por ello echo de menos a Silvia. Hay muchos otros “humanos” y seguramente muchos pasarán también por mi espacio. Pero solo hay una Silvia al igual que solo hay una luna, unas estrellas,... Hay muchos “humanos” pero Silvia solo hay una y sé que en unos años añoraré sus pintadas sobre mi piel, el oír su risa, sus caricias mientras su cabeza piensa en mil cosas,... Por eso espero el lunes como un niño espera que llegue la mañana de Reyes. Porque ayer pude verla pero fue insuficiente además de que no era ella al 100%. La tensión de los exámenes, la esperanza de hacerlo bien,... Si los profesores supieran como yo lo que hay dentro de ella, todo lo que trabaja,... hace tiempo me hubiera abandonado y tendría la carrera, por suerte no lo saben y yo puedo disfrutar de mi luna, de mi estrella,..., de Silvia.
Soy una mesa como otras muchas de mis hermanas. En mi caso nací en una familia acomodada de una universidad. He visto pasar a muchas generaciones de eso que llaman "humanos" pero en este blog relataré mis experiencias con el último de ellos que se ha afincado en mi. Se trata de una hembra de dicha raza denominada "Silvia" por sus congéneres. Mis experiencias junto a ella quedarán aquí relatadas.