El aburrimiento se hace presa de mi en estos días donde apenas nadie toma asiento en mi espacio. Tan solo un par de desconocidos pasaron no más de un par de horas conmigo, lo suficiente para que grabaran en mi piel algo que no entendí pues era una letra de tamaño minúsculo e ininteligible. Seguramente se tratara de eso que llaman “chuleta”.

Siempre me ha llamado la atención ese mecanismo de defensa de los “humanos” ante los exámenes. Unos seres que parecen tan desarrollados y que, sin embargo, siguen recurriendo a escribirse en las sudorosas manos palabras que finalmente acaban trasformadas a la hora de la verdad. Aun recuerdo el caso de un estudiante que en un examen de literatura entre tantos datos en su mano tenía uno que decía “La obra “La casa de Bernarda Alba” es muy conocida”, pero con los nervios, el sudor,..., acabó siendo “Pobre, la cosa de Bernardo al alba estaba encogida”. No os quiero decir nada sobre como le fue en el examen.
Pero el tema “chuletas” ocuparía muchos días más puesto que tengo miles de anécdotas, es inimaginable todo lo que vemos y vivimos las mesas y tal vez otro día siga contando más cosas. Sin embargo, hoy se trata de resaltar el vacío que en esta época sentimos las mesas porque nos falta algo, me falta mi Silvia, a otra le falta su Verónica, otra añora a su Sheyla,... Y aunque sabemos que regresarán la aulas se vuelven muy frías y oscuras en estos días. Pese a ello solo puedo decir “suerte Silvia, demuestra que formamos un buen equipo y que el tiempo juntas da su fruto”.
Pd: la de la foto no es Silvia, no la expondría así ante nadie. Sus imágenes, secretos,..., me los guardo pues al final una crea fuertes lazos con ciertos "humanos".